como recuperar los valores en la sociedad

No tiene que resultarnos incómodo ni debemos sentir temor de ser tildados de reiterativos cuando sostenemos, con total convicción, que es necesario iniciar una cruzada en favor de la recuperación de los valores de nuestra sociedad. Es inmensa la mayoría que percibe con acierto que el país vive una crisis general de valores en la familia, en la sociedad, en la política, en la cultura.

Hoy los valores se respetan cada vez menos. Se privilegia la audacia y no la inteligencia. Se desalienta el esfuerzo del trabajo al premiarse más el favor. Se prefiere la materia al espíritu, se postergan la educación y la cultura, siendo su espacio desplazado por la muchas veces deformante televisión. En realidad, sin valores la sociedad queda amenazada de extinción, la niñez queda expuesta, los jóvenes se desorientan, las familias se deshacen y la sociedad se vuelve corrupta.

En las últimas décadas las dirigencias económicas, políticas, sociales, gremiales, culturales, militares y hasta religiosas han sufrido -por acción u omisión- una subversión de los valores que siempre las distinguieron. Es como si el país hubiese perdido el norte, y con ello la serenidad y el criterio para juzgar.

Nos hemos deslizado a una situación en la que vidas, honras y prestigios son destruidos sin clemencia. La corrupción generalizada, carreras profesionales truncadas, vida familiar perturbada, enfrentamientos inútiles, desazón general y juventud desesperanzada son parte de la cosecha que estamos obteniendo por la pérdida, lenta, pero constante, de los valores más elementales.

La ausencia de valores éticos y constructivos ha causado a los argentinos verdaderos estragos. Tanto es así que los saboteadores reales del progreso han sido aquellos funcionarios que llegaron al poder sin estar preparados o dispuestos a pagar el dichoso "costo político" que constituía la adopción de reformas significativas en el estilo de gobernar y en la legislación existente. No favorecieron el cese del clientelismo político ni la eficacia de la Justicia.

En otras palabras, aun a sabiendas de las fallas de la administración pública, no decidieron hacer los cambios necesarios para que sus gobiernos funcionasen como debieron haberlo hecho, ya que temían perder sus privilegios o ceder el poder a grupos más honestos y preparados. En el fondo, esta actitud representa el triunfo de la mediocridad y el ventajismo sobre el mérito y la justicia, dos valores esenciales para que prospere cualquier democracia.