alerta para recuperar viejos valores morales

La honradez, la fidelidad o la bondad fueron sucumbiendo a expensas del éxito, el dinero y el poder. Debemos resistir los modelos que nos quieren imponer manos impersonales, que solo buscan hacer negocios.

Estudiosos de los procesos sociales, políticos y psicológicos, así como la mayoría de los filósofos, antropólogos y religiosos, vienen advirtiendo hace tiempo de la decadencia moral de nuestra sociedad, de su tendencia al aislamiento y de la crisis ética que supone la pérdida de valores. Para los más apocalípticos nos acercamos a una catástrofe mundial, una gran guerra de consecuencias impredecibles; para los optimistas sobrenadamos una crisis que deberá dejar a la humanidad en un lugar mejor de aquel en la que lo encontró. Aún para estos, el peligro de la deshumanización no está ausente. El hombre parece alejarse peligrosamente de los valores que le permitieron construir la sociedad en la que vivimos. Valores como la bondad, la honradez o la fidelidad se han devaluado a expensas de otros intereses: el éxito. el poder, el dinero, la influencia, el placer. Encerrados en algún lugar que consideramos seguro, vemos el mundo por una ventana. La tormenta empapó el cristal y nuestra visión de la realidad se distorsiona aunque no lo advirtamos. Los más sabios discuten si se trata de una crisis de la sociedad y sus valores o de cada individuo. Un trastorno de cada uno: dudamos de nuestras elecciones porque carecemos de una valoración de nosotros y del resto de la humanidad.

Seguro haya un poco de cada cosa, pero quizás haya que agregar a estas crisis, el deterioro de los canales de transmisión de los valores de nuestra estructura social. Desde especialmente el último siglo, el peso y la influencia de la familia, de la Iglesia y de la escuela han ido desapareciendo. Las razones son muchas y de diferentes áreas, pero por el motivo que sea, el establecimiento y la pauta de lo deseable y meritorio, de lo aceptable y lo bueno, ya no nos llegan de la mano de nuestros padres y abuelos, maestros o sacerdotes. Ellos vienen mas bien signados por la masiva influencia de diferentes medios de comunicación; desde la prensa escrita a la TV, desde la radiofonía a Internet.

Esto no sería tan grave si no fuera que los modelos a seguir, son diseñados por los departamentos de publicidad y marketing de cientos de empresas más que poderosa. La transmisión de valores queda así en manos impersonales; casi siempre ajenas a la idiosincrasia de la gente. Manos que, para terminar de agravar el pronóstico, no siempre están dispuestas a resistir la tentación de hacer negocios con ese nuevo poder que les hemos conferido.

El Dalai Lama suele contar esta breve historia:

Se trata de un árbol que había visto la luz en un terreno muy fértil. Rápidamente se dio cuenta de que tenia todas las posibilidades para volverse el más alto y frondoso de los de su clase. Buena semilla, buena estirpe, buena madera. Fiel a su deseo se ocupó de crecer. Los mas viejos del bosque le contaron que en esa zona solían llegar los fuertes vientos del sur y que había que afirmarse mucho cuando la tormenta llegara. El retoño escucho el consejo pero tuvo un pensamiento fatal: estamos en una planicie. Cuando yo vea venir la tormenta, me ocuparé de echar raíces. ¿Hará falta terminar la historia?